Cada escritor debe entender lo que entendían los antiguos: una canción era tomada por la comunidad para sus ritos de adoración, para sus festejos. El autor no se arrogaba su autoría, era compartida. Vencían el ego.
Expreso Imaginario, Revista Amaru, Letrabric, Frente de Tormenta, La Tercera, Tiempo Argentino, fueron sitios donde cobijar la palabra de los otros.
No soy más que el vagón de un tren que en la década del sesenta se tambaleaba, llegando, sobre ese río a orillas de la ciudad de Necochea.
Los primeros acordes de la música de Piazzola me vuelve a llevar a quién soy. Las palabras de mi abuela Sara, un libro encontrado por azar, Cris, la escritura tambaleante, mis hijos, el descubrimiento de Dios.
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