1 de octubre de 2021 | Autor: Alejandro Seta
El libro de Teresa Taborda y un debate que recién empieza
La autora de “Adelina, la loca de amor en la plaza”, y este cronista, pertenecemos a la generación que en el 76 éramos jóvenes y que por sólo serlo corrimos el riesgo de ser un desaparecido más. El doloroso debate que aún no se ha hecho de por qué callamos, tal vez pueda ser nutrido por esta charla. Taborda investigó la vida de Adelina Dematti de Alaye, Madre de Plaza de Mayo de La Plata, y ese hecho le hizo cambiar la perspectiva acerca de la historia del país, redimensionando el papel heroico que tuvo la acción de las Madres para la reconquista de la democracia. La escritura de un libro cuyo objetivo es llegar al desconocido lector, muchas veces logra otro: un conocimiento nuevo para el que lo escribe y un cambio en su propia vida..
“Yo quería escribir una novela acerca de los chicos apropiados por la dictadura, y que en el 2000 comienzan a buscar su identidad, a preguntarse. El escritor Juan Martini me sugirió que hablara con las Madres para interiorizarme en el tema, y fue así que conocí a Adelina, porque ella había sido de Brandsen, mi ciudad natal. Entonces fui a La Plata y me atendió en su casa, y en un garage vi las 30 cajas clasificadas por temas, con cuadernitos con listas de desaparecidos, fotos, datos y datos que ahora la UNESCO digitalizó y que están guardados en el Museo Ricardo Levene. Ella tenía todo. Y me embarqué en el estudio de su vida y en el de la búsqueda de los desaparecidos. Todos los martes me reunía con Adelina de 10 a 12,y salía de allí conmocionada, siempre. Lo hice durante cuatro años, y en el 2006 lo tenía terminado”.
¿Qué es lo que descubriste con la escritura del libro?
Me di cuenta de la lucha de una madre que nunca se quedó quieta, y que, como dice el periodista Alejandro Castañeda: “Primero buscó a Carlos; después, la verdad, y al final, la justicia. No sólo su hijo había desaparecido, Al fin, buscando a todos, encontró su destino”. Después de que estaba junto a ella, yo salía a caminar por La Plata, buscaba las veredas con sol, llorando, me conmovían profundamente las anécdotas de Adelina, cosas que yo no había vivido. Un día, al salir de su casa, vi pegado un cartel que convocaba a una marcha por la búsqueda de Clara Anahí Mariani. Y me preguntaba:”¿Quién es Clara Anahí?”. Y fui a la marcha. Redimensioné a las Madres, como madre. Me empecé a dar cuenta de que si yo, estando embarazada de mi primer hija, hubiera desaparecido, mi madre (porque la conozco) sería hoy una Abuela de Plaza de Mayo. Me iba indignando. Recuerdo el día en que fue juzgado Etchecolatz, cuando las madres les besaban las manos a los jueces. Había desaparecido Julio López, y empezó a ser una causa mía. Julio podría no haberse involucrado, su familia podría haberle dicho:”No vayas”.Pero él fue y desapareció. Es una cuenta pendiente que tenemos.
Vos decís en tu libro: ”Mi conciencia dormida cierto día reacciona. Este es un acto de reparación y de preguntarme: “¿Dónde estaba? ¿Qué no hice? ¿Pude hacer algo?”" ¿Qué respuesta les das a esas preguntas?
Ahora escucho, entiendo, me uno para hacer memoria, lloro, me conduelo y vuelvo a decir: “nunca más”.Me digo:”no es tarde para despertar del letargo”. Quiero mirar la realidad con ese vínculo que me une a seres que son mis hermanos. Me imagino que si hubieran sido mi hija, mis nietos, yo hubiese encontrado junto a ellas la fuerza para no claudicar, para que no se vuelvan a repetir hechos tan dolorosos. No fue ni un joven ni dos. Fueron 30.000. Están los que dicen que no son 30.000. Yo digo que sí. Hace unos años una persona me entregó una tarjeta con los datos de una mujer que fue detenida-desaparecida y cuya familia nunca reclamó. Y son muchos los casos como esos. Pero aunque fueran 20.000,10.000,¡mil! no tendrían que estar desaparecidos ¿Y:::? ¿Yo dónde estaba? Me digo:”Podría haber desaparecido yo”.¿Podría haber hecho algo en esa época? No, porque no tenía demasiada conciencia, vivía en el limbo
¿Qué es lo que más te impacta de la personalidad de Adelina y de las Madres?
Cuando, después de desaparecido su hijo Carlos le allanan la casa, le sacaron todo, TODO. Le invaden la privacidad, sólo le dejan las paredes desnudas. Me avergûenza el sadismo, el ensañamiento para con ella. Tiempo antes le habían dejado una señal: sólo unas fotos de su hija. Entonces tiene que hacer salir a su nuera embarazada y a su hija, a Europa, luego a México. No conoce los primeros años de su nieta, y sin embargo, no tiene odio. Treinta años después, pega fotos de su hijo en la calle donde se suponía lo habían secuestrado, y aparece un testigo, quien cuenta todo lo que vio: que a Carlos le dispararon, que herido lo atan de pies y manos con alambres y lo tiran a una camioneta, por lo que se supone que murió en el momento o poco después. Entonces organiza el Juicio de la Verdad. Rescato de ella su deseo de justicia, su visión indiscutible, cuando dice (y esto vale de respuesta a los que dicen que también hubo militares secuestrados): “Porque si me dicen que cometió un delito, que está preso, que lo estará 10, 20, 30 años, yo lo voy a esperar. Si me dicen que cometió un ilícito, algo que merece que no reciba visitas, esperaré a que salga. Si me dicen que cometió un delito por el que merece ser fusilado, lo acepto con dolor en Plaza de Mayo, pero permítanme rescatar el cuerpo”. Las Madres de Plaza de Mayo, esas “viejas locas”, impidieron que continuara la dictadura, aseguraron la democracia y le hicieron frente a lo que otros no se atrevían.
NOTA: El libro de Teresa Taborda, fue editado por la autora, y se halla a la espera de que una editorial de difusión masiva se interese en su edición.
No soy más que el vagón de un tren que en la década del sesenta se tambaleaba, llegando, sobre ese río a orillas de la ciudad de Necochea. Los primeros acordes de la música de Piazzola me vuelve a llevar a quién soy. Las palabras de mi abuela Sara, un libro encontrado por azar, Cris, la escritura tambaleante, mis hijos, el descubrimiento de Dios.
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