30 de julio de 2021 | Autor: Alejandro Seta
Me conmueve tener ante mí este librito, 34 años después. En el 79, Gustavo Manzanal y yo editamos una revistita llamada “Neografías” donde publicábamos poemas y la distribuíamos entre nuestros compañeros del Mariano Acosta, donde estudiamos Lengua. Admirábamos a Sábato. Buscamos su dirección en la guía de teléfono y se la enviamos. A los tres días nos llegó una publicación en cartulina gris, bajo el sello de Ediciones El Mendrugo, donde el autor aconseja a un imaginario joven escritor. Su editora era Elena Jordana, y su dirección denunciaba una del barrio El Palomar.
Tiene una dedicatoria con la letra del maestro: “A Alejandro y Gustavo, con un abrazo muy grande”. Sus consejos aún nos guían. (“Sentirás la anhelada presencia (…) de un ser que desde otra isla oye tus gritos”). Y como un eco de sus propias palabras, su mayor grandeza fue escuchar a dos muchachos que gritaban en medio del infierno más terrible de la historia argentina.
Alejandro Seta,
Escritor, docente
Esta semblanza fue publicada en Tiempo Argentino en el año 2013. Un pequeñisimo homenaje al maestro cuya voz sigue diciendo verdades, a través del tiempo y de la muerte.
No soy más que el vagón de un tren que en la década del sesenta se tambaleaba, llegando, sobre ese río a orillas de la ciudad de Necochea. Los primeros acordes de la música de Piazzola me vuelve a llevar a quién soy. Las palabras de mi abuela Sara, un libro encontrado por azar, Cris, la escritura tambaleante, mis hijos, el descubrimiento de Dios.
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