1 de mayo de 2021 | Autor: Fabio do Vale
Hace algún tiempo que estoy estudiando nuestra América Latina. No solo estudiando con el cuerpo de investigador, sino con el alma de un crítico que busca una forma de no replicar las condiciones modernas, o sea, eurocéntricas, para quedar – equivocadamente – hablando de Latinoamérica, cuando, en verdad, se debe hablar a partir de, desde nuestra casa, nuestra tierra, nuestro lugar de enunciación.
En Brasil, por mucho tiempo, se replicaron los conceptos eurocéntricos – cuando me refiero a la producción cultural – y eso proporcionó que nuestra cultura fuera puesta como continuación de la colonización europea. Para Brasil, con la visión de Portugal; algunos países, con Francia, y la mayoría con España.
O sea un sufrimiento, una herida cultural.
Empecé entonces a entender – como latinoamericano – que hay dos distintas formas de hablar culturalmente: la primera habla simplemente del asunto, y la otra, al respecto, pero con el lugar de enunciación, o sea, con los componentes que están insertos en el contexto. Esos conocimientos fueron adquiridos a partir de estudios académicos que fueron importantes para que hubiera una clasificación de todos esos caminos epistemológicos y culturales. Hablo acá de la crítica biográfica fronteriza, concepto del escritor y crítico brasileño Edgar Cézar Nolasco, que ancla su trabajo, su sensible lectura y punto de vista cultural, en el desarrollo del proceso postcolonial y, sobretodo, descolonial. Digo como latinoamericano que debemos comprender que todo lo que fuera hecho respecto de nuestra cultura, por así decir, nuestra latinidad, ciertamente partió de una propuesta cadavérica, eurocéntrica, opresora, al tener la condición cultural europea como la fuente para toda la discusión crítica del mundo, lo que no es verdad.
El italiano Giovanni Papini habló en la mitad del siglo pasado que nuestra Latinoamérica no había ayudado en nada en el desarrollo cultural del mundo, al mismo tiempo que dice que todo lo que hay en la América Latina es una basura de Europa. Ciertamente, Papini es un girasol moderno y digo por qué. El girasol sigue su trabajo singular. Sigue el sol día a día, pero me pregunto: ¿qué hacen los girasoles en un día de lluvia? La respuesta es que en el día de lluvia ellos no levantan sus cabezas, quedando cabizbajos, perdiendo todo lo que ocurre a su alrededor.
Por eso digo que este diálogo latino-brasileño está siendo ofrecido para pensar que, si hacemos una cultura reconocida por un único ideal, ella no conseguirá hablar del todo. Para nosotros, latinoamericanos que no somos girasoles modernos, sabemos que, en día de lluvia, nuestras vidas encuentran significado y continuidad en la pluralidad de nuestra América Latina. Pensar a partir de la crítica biográfica fronteriza es pensar lejos del centro moderno, o sea, es (des)britanizar nuestros cuerpos-epistemológicos como pensadores de la frontera, de los conurbanos, de lo que me representa como latino. (Des)britanizar es un concepto que traigo como sugerencia para que hagamos todos una bandera como manos latinas, al sol latino-americano como seres-fronterizos que no son girasoles modernos, pero que tienen, en sus mochilas, kilos de prisa para hablar de nuestra latinidad, o sea, del diálogo Sur-Sur ofrecido por Enrique Dussel. (Des)britanizar habitando los dos lados de la frontera, con recortes de Walter Mignolo, así como con el escritor Aníbal Quijano.¡Somos Latinoamericanos y ofrecemos al mundo una propuesta de que no seamos girasoles modernos! ¡Si no somos del centro, somos fronterizos y hablamos en la contemporaneidad!
No soy más que el vagón de un tren que en la década del sesenta se tambaleaba, llegando, sobre ese río a orillas de la ciudad de Necochea. Los primeros acordes de la música de Piazzola me vuelve a llevar a quién soy. Las palabras de mi abuela Sara, un libro encontrado por azar, Cris, la escritura tambaleante, mis hijos, el descubrimiento de Dios.
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