29 de octubre de 2021 | Autor: Alejandro Seta
Gustavo Manzanal (actor, lingüista, maestro de teatro, autor de decenas de obras dramáticas y de medio centenar de adaptaciones) acaba de recibir en el mes de octubre el premio al mejor actor del Festival Bienal de Radom que se realiza cada dos años en homenaje a Witold Gombrowicz , el escritor polaco-argentino que vivió en nuestro país durante 24 años.
“Transatlántico” (el nombre de la novela adaptada al teatro y dirigida por Adrián Blanco) también ganó el primer premio a la mejor obra y mejor dirección. Desde que lo llamaron para dar vida al personaje del autor de la obra , Manzanal buscó a Gombrowicz en su propio rostro y en su propio cuerpo: se cortó el pelo como él, imaginó sus gestos, su parada, su forma de caminar, lo leyó y lo volvió a releer, viajó a Tandil para conocer donde vivió (“encontré una buhardilla en un primer piso que el nieto del dueño mantenía, encontré libros en la biblioteca que habían sido marcados por él”) y en los dos o tres lugares donde vivió en Buenos Aires. Y llegó a parecerse a Witold.
“Estoy tan desprovisto de casa como si no habitara en la tierra sino en los espacios interplanetarios, como un globo”. en su “Diario Argentino”
Setenta y un años antes, un polaco llega a la Argentina, el 22 de agosto de 1939, casi en un viaje de placer. Pocos días después, los nazis ocupan su país, y queda varado en otro (desconocido) durante 24 años, transformando su literatura en literatura argentina, y dejando huellas indelebles en nuestra cultura. Mordaz, satírico, irreverente, representa una escritura libre, joven, incisiva, sin concesiones . Además de su riqueza y belleza. trató de mirar desde afuera la neurosis de la intelectualidad del lugar que lo cobijaba, sin saber que se estaba haciendo más argentino que nadie. Pónganse en el lugar de él: hablaba un idioma que nadie entendía, sin trabajo, no conocía a nadie, un hermano suyo era llevado a un campo de concentración, y su madre y su hermana comenzaban a deambular por el interior de Polonia escapando de la persecución interna. Pero poco a poco, se levantó sobre sí mismo y empezó a hacerse de amigos jóvenes que lo ayudaron. Algunos de ellos son los primeros que tradujeron su novela Fydedurke al castellano, quienes lo alentaron y lo admiraron.
La literatura argentina nacerá, cuando los escritores se olviden de Argentina y de Europa. Su esencia se les revelará, cuando dejen de buscarla.”
- en su novela “Transatlántico”
Estaba convencido de que él y su literatura continuarían vivos si se relacionaba sólo con personas menores de veintiocho años. Así es cómo éstos lo ayudan y él los aconseja. En el prólogo a su Diario argentino, dice: “Yo preferí voluntariamente no mantener relaciones estrechas con el parnaso local, porque los medios literarios de todas las latitudes geográficas están integrados por seres ambiciosos, suceptibles, absortos en su propia grandeza, dispuestos a ofenderse por la cosa más mínima”. Así fue como en 1963 volvió a Europa invitado a vivir un año en Berlín, radicándose en 1964 en París, donde muere, sin haber podido cumplir con su próximo objetivo: volver a la Argentina. Mientras tanto, su obra había comenzado a ser reconocida en todo el mundo.
“Aquí (en Argentina) únicamente el vulgo es ditinguido. Sólo el pueblo es aristócrata. Únicamente la juventud es infalible”
- de su “Diario argentino”
-¿Es un escritor argentino
Manzanal no duda en responder: “¡Por supuesto! Y a pesar de haber escrito toda su obra en polaco ¿Sabés qué descubrí? Que él era argentino: yo encontré su pasaporte de nuestro país donde se había puesto el nombre de Antonio Witoldo,. Tuvo que ponerse un nombre castellanizado, ¡increíble! Pero un creador con características argentinas y universales: expresionista, potente, raro… ¿Sabés lo que significó para mí ser contratado para hacer la obra en el Teatro Cervantes, luego ser invitados al Festival de Radom, representar a un escritor que yo siempre había admirado, viajar a su tierra natal a 13.600 kms. de aquí y allí ser tratado como Gombrowicz”?
-¿Cómo fue eso?
Cuando el personaje de Witold entraba a escena, se escuchaba como un murmullo. ¡Qué experiencia entrar al Museo de Radom, en homenaje a él, hecho en la casa de su juventud! Los museos siempre me parecen algo anecdótico, de poca vida, pero ese día todos se querían sacar fotos conmigo, me pedían autógrafos como si yo fuera Witold. No me trataban como el actor que representa a Gombrowicz sino como a él mismo, como si ellos mismos hubieran querido creerlo. En ese Museo hay una foto al lado de una estatuita de un león, y bueno, a mí me hacían parar al lado del león para sacarme una foto y decían que la iban a poner al lado de la otra que estaba allí. A Witold lo admiran muchísimo, para ellos es uno de los dos grandes escritores del siglo pasado”.
“¡Qué irritación cuando la aristocracia no sabe comportarse! ¡Se les exige tan poco y ni siquiera a eso llegan! Esas personas deberían saber que la música es sólo un pretexto para que se reúna la sociedad de la que forman parte, con sus buenos modales y manicuras”.
de su “Diario argentino”
Se podría decir que Gombrowicz vivió 24 años en Argentina (desde 1939 hasta 1963) y que pasó por aquí como un desconocido. Aquí escribió novelas como “La seducción”, “Cosmos”, “Transatlántico” (su única novela autobiográfica) y el libro de cuentos “Bacacay” en honor a una de las calles donde vivió. Entre sus piezas teatrales: “Ivonne, princesa de Borgoña” y “El matrimonio” de la que dijo que la había escrito como si fuera un Shakespeare escribiendo su Hamlet. Pero entre sus contactos con esa aristocracia de la que se burló, fue la de los grupos de intelectuales que rodeaban a Victoria Ocampo y su revista Sur. Le decía “la millonaria”, de quien no sabía bien si su éxito en el ámbito de la cultura era por su talento o por sus millones. De los escritores consagrados, tal vez sólo Ernesto Sábato valoró en su momento su genialidad; y de la generación posterior, Juan José Saer escribió: “Ricardo Piglia dice que Gombrowicz es el mejor escritor argentino del siglo XX. Es sin duda una exageración irónica destinada a poner a prueba el nacionalismo argentino, pero no es totalmente inexacta: el tema witoldiano por excelencia, la inmadurez, lo inacabado que él atribuía a la cultura polaca venía siendo de un modo inequívoco, desde los años veinte, la preocupación esencial de los intelectuales argentinos”.
“De vez en cuando trataba de decirle a algún argentino lo mismo que se me ocurre decirles a los polacos: “¡Interrumpan por un momento la producción de versos, de cuadros, las conversaciones sobre el surrealismo, averigüen si esto los satisface realmente, piensen si no valdría la pena meditar un poco más en su ubicación en el mundo, y en la elección de sus medios y fines!”. Pero no. A pesar de toda su inteligencia, no lo asimilaban”.
de su “Diario argentino”
Y así fue cómo en 1963 es invitado desde París a pasar la estancia anual en Berlín que cada año le ofrecían a algún escritor del mundo. Su obra ya se conocía en varios idiomas, y según él lo dice, esa invitación le resolvía el viejo problema, amargamente rumiado, de terminar con la Argentina y regresar a Europa. Sin embargo, cuando el transatlántico que lo llevaba de nuevo a su continente natal deja las costas de Brasil, se imagina reencontrándose en el puerto de llegada con aquel joven Witold que una vez hizo un viaje placentero hacia América, y al cual le preguntaría “¿Con qué regresas?” y el (el maduro, pero joven escritor) le contestaría: “No sé, déjame en paz”. Sin embargo, en ese momento reconoce su amor por nuestro país, su país, en definitva, y escribe: “Si la Argentina me conquistó, fue a tal grado que ahora (ya no lo dudaba) estaba profundamente, y ya para siempore enamorado de ella”. Manzanal me recuerda que desde Berlín escribió, también: “Mi único propósito en la vida, es retornar a Argentina”.
- O sea, que vos lo ayudaste a retornar….¿Y qué aprendiste de Gombrowicz?
Me sacudió su personalidad: bajé mucho la omnipotencia. Yo creía que todo lo podía. Witold ha sido un poco juguete del destino que se ha dejado tratar así. Mirá: yo representé a personajes como Nietszche, Artaud, Juan José Castelli…personajes que se erigieron como voces de su época. ¡Mandamases! Witold, sin dejar de ser voz, y con mucha sabiduría, se ha dejado llevar por los acontecimientos. Goza de ese dejarse llevar por los imprevistos al darse cuenta de que no puede tener sobre ellos toda la potestad que quisiera”.
No soy más que el vagón de un tren que en la década del sesenta se tambaleaba, llegando, sobre ese río a orillas de la ciudad de Necochea. Los primeros acordes de la música de Piazzola me vuelve a llevar a quién soy. Las palabras de mi abuela Sara, un libro encontrado por azar, Cris, la escritura tambaleante, mis hijos, el descubrimiento de Dios.
Acerca de Mí