¿Por Qué Escribe El Que Escribe? ¿Y Para Qué? | Alejandro Seta
¿Por Qué Escribe El Que Escribe? ¿Y Para Qué?

8 de diciembre de 2020 | Autor: Alejandro Seta

"Los itinerarios para responder dos preguntas que no hallan respuesta..."

Los itinerarios para responder dos preguntas que no hallan respuesta

Estas preguntas no tienen una sola respuesta y, tal vez, no tengan ninguna.
De hecho, a lo largo de mi vida, han obtenido diferentes respuestas; cuando no, ninguna. Y al no encontrarlas, hubo momentos de absoluto silencio, e (incluso) durante un periodo de diez años, no llegué a escribir ni una sola línea.

Pero esa es otra historia.

A los doce, empecé a acompañar a mi papá, director de teatro, a los ensayos donde los actores, sentados en círculo, comenzaban a acercarse, por la periferia, a una obra de alguien escrita tal vez quinientos, doscientos o diez años atrás. Esas voces, de esos actores, comenzaban, de a poco, a transformarse en las voces de los personajes, y ya no les pertenecían a ellos, y empezaban a ser de los otros. Esa es la seducción de la voz de las personas. Será por eso que amo la voz humana.

Eran pensamientos hechos, letra de García Lorca, O’Neil, Pirandello, Dragún y tantos otros, pensamientos que habían surgido de sus sufrimientos y de las más puras emociones. Y que esos actores y actrices leían tratando de encontrar (debajo de ellas) a los fantasmas que pugnaban por salir de sus cárceles de papel para intentar transformase en vestiduras de carne y hueso.

Donde la actuación buscaba ser la arcilla necesaria para que lo inanimado lograra nacer.

A veces, lo lograban.

Pero a mí no me alcanzaba con maravillarme con ciertas frases (descubrimientos maravillosos, sublimes peripecias del pensamiento humano) porque, con pedantería infantil, quería imitarlos.

Todavía no lo logré (aunque como una piedra lanzada de lo alto de una montaña esté destinada a caer al abismo, lo sigo intentando).

Hubo algo más: a la pregunta ¿por qué escribo?, la respuesta fue pasando por las siguientes etapas:

— Porque la tarea de escribir me pareció uno de los más abnegados heroísmos.
— Porque quise imitar a esos héroes.

Durante uno de los períodos de silencio forzado, que nacían de no encontrar respuesta a la pregunta, una mañana, mi esposa, al despertarse, me preguntó:
¿por qué no escribís más?, a lo que yo respondí con otra pregunta:

— ¿Y para qué?
— Para la humanidad…

Nunca imaginé que palabras que abarcaban algo tan ancho, fueran las que me dieron una llave tan delgada. ¿Por qué no? Si tantos héroes pacíficos y anónimos dieron su vida en batallas de despojo personal, ¿por qué no ser uno de ellos? Si tantas veces me sentí deslumbrado (o alumbrado) por la literatura ¿por qué no intentar alumbrar a otros? O a otro: sostengo que con el solo milagro de encontrar a UN lector, la tarea ha sido cumplida, y el objetivo de esa tarea, satisfecha. Cuando se logra eso, se siente algo muy parecido a la felicidad.

Entonces:
— ¿Para qué escribimos?
-¿Para volver a sentir esa felicidad?.

Otra que de la que se ha dicho que fue una respuesta muy sincera, pero que a mí me parece inadecuada, fue la que nació de la boca de García Márquez:
— Para que me quieran.
Inadecuada, porque ¿por qué un lector debería querer a un autor por el hecho de que ha escrito un texto que será recordado por siempre? Amo al Loco de la Luna Rodando por Callao, pero ¿le habrá importado a Ferrer que yo lo quiera, cuando él fue el medium de otras fuerzas más poderosas que las de nuestra pobre vida terrenal?

En ese derrotero por tratar de encontrar una respuesta, pasé por todas las etapas, al punto que llegué a las más vergonzosas y viles:

— Para quedar bien con un grupo.
— Para ser famoso.

Y como en un péndulo, tal como lo imaginó Poe, que contiene el filo de un hacha atroz que amenaza con despedazarte, he ido y vuelto por la misma calle hasta que un día cambié de vereda.

Pero volveremos a analizar esta (y otras) historias y respuestas, en la próxima entrega.

Alejandro Seta

No soy más que el vagón de un tren que en la década del sesenta se tambaleaba, llegando, sobre ese río a orillas de la ciudad de Necochea. Los primeros acordes de la música de Piazzola me vuelve a llevar a quién soy. Las palabras de mi abuela Sara, un libro encontrado por azar, Cris, la escritura tambaleante, mis hijos, el descubrimiento de Dios.

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