29 de mayo de 2021 | Autor: Alejandro Seta
Si la hubiera podido ver de cerca, seguro que tenía una sonrisa. Vi su sonrisa sin verla. La gente camina de una manera cuando sonríe, más en medio de la nieve, y ella era una de ellas. Se llamaba, se llama, Vladislaa y vive en Rusia. Me dijeron que, anciana, aún camina con ese paso apresurado cuando uno de sus hijos la necesita. Tiene diez, pero esta vez va sonriendo, y con su paso que semeja al de una ardilla, socorrerá feliz a su hija que está por dar a luz... En ese tiempo, la única comunicación que funcionaba era la certera impresión de que tenía que ir. E iba. No ve los misteriosos árboles del bosque que se elevaron tanto en busca de la luz que ahora parecen no existir; no ve siquiera la nieve. Y bajo la luz que atraviesa el paraguas rojo que tomó apresurada para que no se le mojara el pelo con la nieve, ve la amada cara de su hija en medio de los dolores. “Hola, mami” –serán las únicas palabras. El parto, el coronamiento, el rostro del bebé, vivo antes de que naciera; ya escucha el sonido de su llanto. Todo es presente para ella, viva, también, la abuela que recorre las millas que se le hacen miles, hasta que ve humear la chimenea de la casita donde vive su pequeña. Ella irá una y otra vez hasta donde fuere cuando uno de sus hijos la vuelva a necesitar, sin saber que, en ese deambular, está construyendo cimientos ignorados. Después de todo, personas como Vladislaa son las que, con su silenciosa práctica, justifican que este mundo permanezca.
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ILUSTRADOR: Claudio Fournier. Entrerriano de Gualeguaychú. Dibujante técnico en empresas del rubro del diseño y la construcción. “Después de jubilarme, reavivé la pasión por el dibujo de ilustraciones. Desde las viejas técnicas del lápiz y los estilógrafos, al uso de la tecnología con PC y tabletas digitales. La formación que tengo me la dio la experiencia y el paso fugaz por la Universidad. Me interesa dejar un mensaje en lo que hago. Hay veces, como en el caso de "La Abuela del paraguas rojo ", es solo darle imagen a lo ya está tan bien escrito. Un verdadero placer compartir esta publicación.
No soy más que el vagón de un tren que en la década del sesenta se tambaleaba, llegando, sobre ese río a orillas de la ciudad de Necochea. Los primeros acordes de la música de Piazzola me vuelve a llevar a quién soy. Las palabras de mi abuela Sara, un libro encontrado por azar, Cris, la escritura tambaleante, mis hijos, el descubrimiento de Dios.
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