TESTIMONIO SECRETO | Alejandro Seta
TESTIMONIO SECRETO

27 de septiembre de 2021 | Autor: Alejandro Seta

"no debería pensar en eso pero no es posible pensar en otra cosa ahora"

no debería pensar en eso pero no es posible pensar en otra cosa ahora que sonaron allí esas ventanas entregolpeadas y ese estrépito de pasos de alguien que tropieza que cae que blasfema algún murmullo alguna clave no es posible pensar en otra cosa y ella dormida acá a mi lado que se despierta y me pregunta qué pasa mientras me levanto sólo puedo pensar en eso y eso que viene como una marea como una puñalada con ojos que me miran como los ojos de manuel apoyado uno contra la vereda y el otro alzado muerto abierto desde su mortandad mortaja moribundo suicidado desde un décimo piso desde el que algún dia dios mediante nos suicidarán a todos o acaso ricardo detuvo su coche justo en el medio de las vías sin poder salir o mariela apareció flotando a orillas de quilmes porque le gustaba nadar todos fueron muertos uno a uno con una moraleja en cada bolsillo con un estallido en los tímpanos que mata y que escupe cegueras porque es el estallido miguel atravesando su cuello de una horca desde el hueco de una escalera y es el estallido héctor que como creo en cierto cuento de hawthorne salió a comprar cgarrillos para no regresar jamás ni siquiera para escuchar desde el pasillo el murmullo del hogar caliente o como ulises vengar la vergüenza de una mujer que extenuó estrategias para cautivar su vejez o como nosotros lanzados desde los décimos pisos desde los cuales pero no no debo pensar en eso o cómo no pensar en sólo eso si desde que anoche conocí a esta mujer de la cual poco sé ni me interesa saber deshice las ataduras de la precaución para caer y no me asombró que esta mujer se me entregara raudamente porque ya no me asombra nada o tal vez de tanto asombrarme como el día que mario me dijó mirá están amasijando (amasando haciéndonos harina polvo recuerdo pensé) están borrando del mapa a todos los nuestros o no te das cuenta que ya no queda nadie de nuestra edad dijo todos pibitos todos viejos que miran televisión para esperar morir mirá mirá la calle dónde ves uno solo de nuestra edad y caminamos por rivadavia hasta el bajo mirando y mirando y nada ni uno tenés razón le dije y la razón golpeó como un mazazo la duda cuando mario con su mariedad y su delirio o su cordura apareció implicado en in tiroteo víctima de un presuto robo él justo que odiaba los tiros mario mar marea y volvió otra vez el río de ojos que me miran y me lancé buenos aires afuera sabiendo que yo sabía lo que los demás negaban y pregunté en los bares en las estaciones de servicio en los prostíbulos de las ciudades aledañas y en los pensionados de señoritas y en las iglesias y hospitales y conventillos y sucedáneos de la miseria pregunté si sabían algo de lo que iba pasando pero todos movieron sus cabezotas ignotas remotas lejanas hacia acá y hacia allá atestiguando un no que se fue metiendo e inundó mi salvedad mi vaticinio mi profecía profeta de un reino que nadie salvo yo miré y todos menos yo dejaron de ver no no puedo seguir pensando en eso pero me pregunto qué hacen esos dos tipos en mi habitación treinta dos habitación que comparto con esta mujer desde anoche y de la cual nada conozco y me pregunta idiota qué pasa qué pasa pasa que estos dos tipos juegan a los naipes y juegan un juego que no puedo descifrar pero no me escuchan ni me ven sólo juegan hasta que uno se levanta y me dice llegó tu turno y yo corro me veo correr hasta la mesita de luz y saco el arma y sé que es mi fin pero para quién pienso ésto si al final nada quedará de mí y posiblemente dirán que fue un crimen por celos que se investiga el caso como sucedió con mario o rafael o ricardo desde todos los décimos pisos del mundo o quedará grabado en la más ínfima materia de alguna galaxia lejana testimonio secreto que la prensa no atestiguará en sus bibliotecas polvorientas y es mi fin con arma sin balas qué pasa me vuelve a preguntar ella vos las sacaste del cargador y el tipo me sacude el pelo con violencia desde atrás y me clava un cuchillo en la espalda y siento el filo en la carne y la llaga y la sangre y alguien que ríe o que dice el último el último de esta generación maldita por fin y el fin y la nada o adán de vuelta sin vuelta tuerca tornillo girando a la luz

Alejandro Seta

No soy más que el vagón de un tren que en la década del sesenta se tambaleaba, llegando, sobre ese río a orillas de la ciudad de Necochea. Los primeros acordes de la música de Piazzola me vuelve a llevar a quién soy. Las palabras de mi abuela Sara, un libro encontrado por azar, Cris, la escritura tambaleante, mis hijos, el descubrimiento de Dios.

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