LOS HEREDEROS DE XUL SOLAR | Alejandro Seta
LOS HEREDEROS DE XUL SOLAR

21 de junio de 2021 | Autor: Alejandro Seta

a Nando, inspirado en su dibujo.

Llegó un día de lluvia, aunque la lluvia y los extraterráqueos no se lleven bien. Y por eso mismo, ese sentimiento que acaba con toda esperanza, y que los terráqueos llamamos tristeza, lo llenó por un momento como un vaso se llena de agua. Después de la epidemia mundial que eliminó toda vida humana, los científicos de Trámesis habían decidido investigar por qué había pasado aquello. Xiei había llegado hacía cinco horas, se sentó en el centro de la ruta por la que sólo un año atrás pasaban doscientos vehículos por minuto. Luego, se puso de pie y miró a su alrededor : se detuvo en una casa, una casa donde seguramente habían vivido niños (una calesita, un tobogán), y dos padres bulliciosos y jóvenes (un lavarropas moderno -lo dedujo por las prendas acumuladas en su interior-, un aparato que no supo qué era, una especie de robot que al apretar una tecla emitió una música ancestral: Can´t buy me love cantaba la voz en un idioma que desconocía, y que su mente tradujo de inmediato). Apagó al robot.

-Creen en una cosa llamada Internet – había dicho el jefe de su laboratorio, desde donde habían programado el viaje. El jefe se llamaba Xlu, y era un anciano de veinticuatro años tramesianos.

-¿Qué es eso? - le había preguntado Xiei.

-Una forma de escritura en el espacio, electromagnetos que guardan información. Pero no está en ningún lado. Le llamaban “la nube; un dia la nube desapareció y no quedó nada.

-El problema entonces no era el virus – sentenció Xiei.

-No – le dijo el jefe creyendo que le había hecho una pregunta. - A eso tenés que ir a Tierra: para saber cuál fue la causa de la desaparición de esa civilización numerosa. La información que traigas será codificada y guardada en nuestros archivos par las generaciones futuras en el mutiarchivo Xul Solar. Cuado Xiei escuchó ese nombre, entendió la importancia de su misión. Xul Solar era la colección de objetos palpables donde se grababa la sabiduría creciente de los habitantes del espacio, lugar subterráneo guardado celosamente en habitaciones de metales bajo túneles excavados en la montaña y que habia tomado el nombre de un artista de Tierra, para ellos, desconocido y que diagramaba ciudades futuras aéreas donde los terráqueos podrían vivir. Hacía miles de años, otro astronauta había traído las imágenes de esas pinturas y se había hecho amigo del pintor. Aquel antiguo astronauta lo había logrado haciéndose llamar con el extraño nombre de Borges. Cuando Xiei había descendido en Tierra y se despidió de la nave, ya sabía a dónde tenía que ir. Pero estuvo cinco horas en medio de la ruta por temor a encontrarse con la verdad. No quería verificar lo que estaba pensando, con ese desmedido interés por saber lo que cambiará el bullir interior de un momento para el otro. Al salir de la casa que tuvo niños y padres jóvenes, pensó en su tramesiana preferida, por la que sentía algo que le hacía imposible pensar en alguna otra, y un recorrido de ondas veloces lo recorrió de punta a punta. Pensó en sus hijos, y en que un día iban a crecer y a morir, pero no así, como lo estaba viendo. Xiei odiaba su capacidad de analizar rápidamene y tener conclusiones anticipatorias del futuro inmediato. Se paró, caminó tres cuadras, y se paró frente a la puerta del edificio que ya había visto. BIBLIOTECA - decía el cartel. La puerta estaba abierta. Caminó hasta los pasillos del centro y buscó los dos libros que estaba buscando en la H y en la S. Leyó como leen en Trámesis, con esa parsimonia ensimismada, ese fárrago de emoción perfecta, de sensibilidad sin mella. Cerró los libros y lloró con amargura.

Cuando regresó a Trámesis fue recibido austeramente. Tuvo dos minutos tramesianos, que en el tiempo de ellos son dos días, para estar con su familia. Su mujer y sus dos niños se mostraban radiantes de tener a un héroe en casa. La gente estaba feliz con la noticia, y sus allegados esperaban ansiosamente poder estar dos segundos con él para que les contara todas las peripecias. Finalmente, tuvo la entrevista con Xlu, su jefe.

-Contame, Xiei. Lo miraba con xapis, que significa amor. No se puede describir esa mirada.Xiei, nuevamente, lloró. Xiei no suele llorar. Y entre sus llantos le contó lo que había descubierto.

-Leí libros de dos autores del país, dos grandes hombres, que escribieron, tal vez, las dos más bellas obras del Universo. Un día habrá un tramesiano que escriba algo así.

-¿Cómo son, cómo son?

-Esconden una sabiduría que no es de Tierra.

-¿Les fueron dictados?

-No. Eran hombres desesperados por obtener xapis.

-¿Y cuál fue la causa de la desaparición de esa civilización de miles de millones de seres?

-Como intuíamos, no fue el virus. La causa está en esos dos libros y en la vida de esos dos escritores. Eran enemigos políticos. Si se hubieran encontrado frente a frente se deberían haber batido a duelo; pero lo evitaban con exactitud de malabarista. Y lo evitaban porque se admiraban de manera inequívoca. Uno le puso precio a la cabeza del otro; éste, el vencido en las batallas (batallas horribles Xlu, batallas que no quiero describir porque horrorizarían nuestras mentes) escribió su libro en un hotel cercano a donde el otro gobernaba. Lo escribió escondido porque no se lo quería encontrar.

-¿Para no tener que matarlo?

-No. Porque le daba vergüenza. Querían ser amigos y por eso escribieron, para sanar esa imposibilidad de amar.

-¿Y qué dicen, qué dicen los libros?

-El primer libro dice: ¡Sombra terrible de Facundo, voy a evocarte…!- Luego, Xiei lo recitó hasta el final. Y agregó:

-El otro dice: Aquí me pongo a cantar/al compás de la vigüela....- y lo recitó hasta el final. Bajo la mirada extasiada del anciano, incrédulo al escuchar palabras de otro mundo, continuó, abrazándolo:

-¿Te das cuenta, Xlu, por qué desaparecieron? El virus que los mató se llamaba terquedad.

NANDO (Fernando Cruz) es un habitante de la ciudad de Banfield (Provincia de Buenos Aires, Argentina) por lo que sus colaboraciones dibujadas fueron publicadas en El Banfileño Clandestino, blog y periódico formado por un colectivo de escritores, y derivado luego en el grupo Clandestino (Facebook). Cuando lo conocí, llevaba puesta una remera del color y con la grafía y la foto de Artaud, el disco de Luis Alberto Spinetta. “Cuando el Flaco murió (me dijo) la gente me llamaba como si se me hubiera muerto un pariente”.

Alejandro Seta

No soy más que el vagón de un tren que en la década del sesenta se tambaleaba, llegando, sobre ese río a orillas de la ciudad de Necochea. Los primeros acordes de la música de Piazzola me vuelve a llevar a quién soy. Las palabras de mi abuela Sara, un libro encontrado por azar, Cris, la escritura tambaleante, mis hijos, el descubrimiento de Dios.

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